Charla con Rolando Goldman, Sec. de Cultura del SADeM, a raíz de su reciente libro

“La cultura es un terreno de disputa”

 

Con motivo de la reciente publicación de su libro ¿Gestión cultural o política cultural? Aportes posibles hacia la construcción del trabajo en el terreno de la cultura (Ciccus, 2019), La Nota dialogó con el músico Rolando Goldman, quien además de su reconocida trayectoria en la difusión nacional e internacional de su instrumento −el charango− y de la música popular argentina, fue Director Nacional de Artes de la Secretaría de Cultura de la Nación (2004-2009) y es Secretario de Cultura de nuestro Sindicato Argentino de Músicos.

 

LN: Acabás de presentar tu nuevo libro. Seguramente hace muchos meses que venías trabajando en él, y ve la luz en los umbrales octubre de 2019: ¿la fecha en que se publica tiene algo que ver con la proximidad de la elección presidencial y el posible cambio de gobierno?

RG: Bueno, de elaboración deben ser más de cien meses… (Risas). Cuando dejamos el espacio que teníamos en la Secretaría de Cultura de la Nación, en julio de 2009, con varios compañeros nos planteamos que valía la pena hacer un registro de todo lo que se había hecho en el país; por un lado como registro en sí mismo, pero también para que quien quisiera pudiera tomar elementos para reproducirlo. A partir de ahí yo me puse a escribir algo, después lo dejé, etc. No es que haga 10 años que estoy escribiendo este libro, pero desde hace unos 4 años, cuando asumió el gobierno de Macri, escribirlo ya fue una necesidad, dado el destino que tuvieron los programas que habíamos puesto en práctica.

Según mis cálculos debía publicarse en un año; pero no es fácil escribir un libro, ni terminarlo. Y terminó saliendo ahora. Así que no, no tiene ninguna relación con lo electoral.

LN: Recordanos cuándo tuviste ese cargo en la Secretaría de Cultura de la Nación.

RG: Fui designado Director Nacional de Artes por Torcuato Di Tella el 1º de enero de 2004. Cuando lo echaron continué en el cargo −por recomendación del propio Torcuato− con José Nun todo el tiempo que él estuvo, hasta julio de 2009, cuando también él fue echado. O sea, cinco años y medio, durante los cuales pudimos plasmar y desarrollar bastante profundamente algunas ideas que teníamos.

LN: El título de tu libro pone en un plano de comparación las palabras “gestión” y “política” en relación a lo cultural. ¿Querés decir que lo cultural no es una cuestión administrativa sino una política, una visión integral del desarrollo cultural?

RG: Quizá sea una herencia que me quedó de Torcuato Di Tella… Tanto con él como con Nun aprendí muchísimo, además de haber tenido mucha libertad para trabajar y mucha empatía con los dos. Torcuato tenía un estilo bastante provocador, y digo “herencia” porque en este título está la idea de provocar al menos una discusión… 

En la política el lenguaje no es ingenuo, ni neutro; y en el terreno de la cultura mucho menos. En el libro hay planteos hechos desde lo teórico, y también me meto en el lenguaje. Creo que hablar de gestión o administración cultural plantea un enfoque supuestamente desideologizado, cuantitativo, empresarial, cosa que no es. Además supone que quienes deben trabajar en esta área son los que “saben”, subestimando la política. Por lo tanto, con el título planteo una advertencia sobre esto. 

En el plano del lenguaje a veces se plantean expresiones que adoptamos y terminan quedando instaladas y reproducimos sin darnos cuenta, como la “cultura universal” o la “música universal”, que en realidad jamás son “universales”, ya que en esas expresiones nunca se incluye por ejemplo a la música creada en África, ni en América, ni la música popular europea, ni la actual; está reducida a un período, en general el siglo XIX o anterior, de la música creada en Europa occidental…

 

LN: …para no hablar de las llamadas “industrias” culturales…

RG: Claro, ese es otro ejemplo. Algunos hasta causan gracia. Hace algunos años acá había llegado desde España el término de “curadores”. Primero eran los que colgaban los cuadros, pero después terminaron siendo más importantes que los artistas. Su tarea es valiosa, pero creo que el lenguaje esconce otras cosas. Hace unos años, en España y en Europa se dejó de hablar de curadores: ahora se habla de “comisario”, el comisario cultural que es el que vela por el cuidado de las obras. Ese término no llegó aquí por razones casi obvias, porque tendría otra connotación. Pero prueba que los términos nunca son ingenuos. Y en el libro se ven más ejemplos de eso.

LN: El tipo de proyectos que vos pusiste en práctica desde la Secretaría, y los que seguís impulsando ahora, ponen sobre el tapete el concepto −aparentemente básico y obvio− de cultura. ¿Qué entendés vos por cultura, el cual también es un terreno de disputa?

RG: Es absolutamente un terreno de disputa; la cultura y en particular las artes. Hay muchas definiciones, pero hay una que resume mi idea: la que concibe la cultura como una síntesis de las prácticas sociales. En todo, en la vida cotidiana, está la cultura. Incluidas desde ya las contradicciones que impregnan las prácticas sociales. 

Lo que pudimos plasmar en aquellos años parte de un momento que creo que fue una bisagra en nuestra historia: los hechos del 19 y 20 de diciembre de 2001. Esos hechos provocaron un retroceso de las clases dominantes, aunque luego se reagruparon y pudieron volver a avanzar en estos últimos años. No es casual que haya sido en ese momento cuando pudimos plasmar los programas de música en las fábricas, y teatro en las fábricas. En cambio en los ’90 −hoy parece absurdo− la misma Secretaría de Cultura impulsaba un programa de “Música en los countries”: los elencos artísticos estables de la SCN tocaban en Los Lagartos, un country de la zona de Pilar… Era aquéllo de “pizza con champán”, un producto de lo que pasaba en esos años en la sociedad. Fue la creatividad y la lucha del pueblo lo que generó experiencias como las de fábricas o empresas recuperadas por los trabajadores, donde desde el Estado −al menos desde una parte de él, y con todas sus contradicciones− se impulsaban actividades artísticas en esos establecimientos (fábricas o espacios de trabajo), reflejando un aval de la gente a los trabajadores; y para éstos no era lo mismo estar peleando solos contra el mundo que sentir ese apoyo…

LN: ¿Te referís a espectáculos llevados desde afuera a las fábricas, o a espectáculos hechos por los propios trabajadores?

RG: El objetivo que nos planteamos al crear esos programas era esto último. En una primera etapa llevamos conciertos y obras de teatro, para luego pasar a la segunda etapa; cosa que logramos con el teatro pero no con la música. Hicimos muchísimos conciertos, de música académica, de música popular, de artistas algunos conocidos y otros no, de elencos estables… Que el Ballet Folklórico Nacional, la Orquesta Juan de Dios Filiberto, la Orquesta Sinfónica Nacional, fueran a tocar a esos ámbitos, implicaba también un compromiso desde las estructuras del Estado, y también una intención de generar conciencia en los trabajadores artistas sobre aspectos claves: de dónde provienen sus propios salarios, a quién va dirigido su trabajo.

 

Ese proceso fue muy interesante, porque al inicio hubo cierta resistencia de algunos sectores. Pero el primer concierto que organizamos, que fue el de la Orquesta Sinfónica Nacional en la planta Renacer (ex-Aurora) de Ushuaia en 2004, fue impresionante, y eso provocó un quiebre en los mismos músicos; algunos de ellos veían esta idea con mucho entusiasmo, pero otros bastante menos… Vivir esa experiencia fue muy favorable para todos, para la gente de la fábrica, para la comunidad de Ushuaia, pero también para los músicos.

Al mismo tiempo mirábamos críticamente a algunas ex fábricas que se transformaban en centros culturales… Nosotros no pretendíamos eso, pero sí colaborar en la gestación de propuestas elaboradas por los propios trabajadores y sus familias. Eso lo logramos con una experiencia piloto de teatro en las afueras de la ciudad de Mendoza, que fue maravillosa. Allí convocamos a un referente muy importante del teatro popular, Ernesto “el Flaco” Suárez −un referente para todo el continente, no por casualidad prácticamente desconocido en Buenos Aires−, que trabaja con mucho dramatismo y a la vez con mucho humor (se tuvo que ir en el ’76 y recorrió varios países de América Latina −Perú, Ecuador− haciendo extraordinarias experiencias de teatro popular; y después relataba esa época bromeando: “me gané la beca Videla…”). Con él y otros compañeros, allá por el 2008, se hizo un trabajo en las afueras de la ciudad de Mendoza, primero de recopilación de la historia de una fábrica de ladrillos; con eso se hizo una obra de teatro que se puso en escena en la propia fábrica los domingos, donde los actores eran trabajadores, vecinos, estudiantes de teatro de la zona, con un guión elaborado por ellos y bajo la dirección del “Flaco” Suárez. Era conmovedor, todo el mundo terminaba llorando; tuvo un tremendo impacto. Esa experiencia está plasmada en el libro.

Nunca sostuvimos que las que llevábamos a la práctica eran ideas originales. Muchas veces uno toma ideas que están “flotando” en el ambiente. En realidad uno no sabe si no hay algún antecedente de las cosas que uno hace. Al programa de Orquestas Infantiles y Juveniles de Instrumentos Latinoamericanos, nosotros le pusimos el nombre de Andrés Chazarreta porque, además de ser un muy reconocido recopilador de la música popular, fue quien en la década del ’30 del siglo pasado creó la primera orquesta de arte nativo en Santiago del Estero. O sea que siempre hay algún antecedente si uno bucea un poco para rescatar esas cosas…

LN: Y finalmente, la perspectiva. ¿Tu libro sugiere alguna propuesta sobre qué política cultural desarrollar?

RG: Bueno, la propuesta de hecho está plasmada en la descripción de esos programas, incluso narrando las dificultades con las que nos encontramos. Se plantea una forma de trabajar, algunas ideas que pudieron plasmarse en realidades… Algunas de ellas aún subsisten, aunque desfinanciadas y en menor medida que lo que querríamos. Todo eso con una mirada muy volcada hacia lo social y hacia lo federal. 

Y sobre esto: una de las mayores trabas que hay en el área de Cultura de la Nación, más allá del bajo presupuesto que suele destinarse a esta área, es que la mayor parte de ese presupuesto se vuelca en la ciudad de Buenos Aires: acá es donde están la Biblioteca Nacional, el Teatro Nacional Cervantes, muchos museos nacionales; acá tienen su sede los elencos artísticos, y así sucesivamente. Nosotros planteamos que una parte importante debería volcarse a las provincias. Por eso hicimos pocas iniciativas en la ciudad de Buenos Aires. Pero también muchas veces sufrimos trabas burocráticas. 

Nosotros planteábamos la cultura mirada como proceso y no a través de “eventos”; con esa concepción se hicieron muchísimos recitales y conciertos en todo el país, y nosotros planteábamos que los músicos que participaban también fueran del interior; o sea que lo “federal” no fuera hacer un concierto en Formosa pero el músico viviera en Buenos Aires, sino músicos de la provincia. Eso generaba una erogación presupuestaria mayor por el traslado, problemas burocráticos en los contratos, etc., pero luchábamos contra eso. 

La misma situación se reproducía en las provincias, ya que las capitales provinciales están acostumbradas a generar esta misma relación respecto de los municipios… Es un engranaje muy difícil de destrabar.

 

LN: En medio de la tremenda crisis económica y social que padece el país, y especialmente desde el punto de vista presupuestario, ¿se pueden hacer cosas?

RG: En realidad, no se puede no hacer. El hacer es una obligación. Y, de hecho, siempre se hace… El compromiso, la creatividad de muchos animadores culturales, artistas, y del pueblo en general, hace que por un lado uno sienta que nuestra cultura popular no corre riesgo −a diferencia de lo que quizá suceda en los países llamados “centrales”−, ya que una cosa es lo que aparece en la TV y otra lo que sucede en la vida real. La música de raíz folklórica tiene larga vida. No veo riesgo en eso, salvo quizá las cosas −algunas de mucho valor y otras no tanto− que vienen con esta verdadera inundación de cosas que llegan de afuera. Yo creo que no se debe rechazar porque sí lo que venga de afuera, sino tener una mirada crítica sobre eso y tomar lo que valga la pena.

Entrevista a Ricardo Vernazza, Secretario General del SAdeM

Con la llamada ‘libertad sindical’ quieren debilitar al movimiento obrero e imponer la flexibilización laboral”

LN.- Estuviste en Chile dando un curso de capacitación para dirigentes de músicos.  ¿En qué consiste esa capacitación? ¿Se trata de conocer las normativas internacionales que atañen a los músicos?

Estuve en Chile los días 29 y 30 de noviembre y 1º de diciembre, en el Taller “Organización Sindical e Igualdad de Género” que se llevó a cabo en Santiago. El objetivo era capacitar a dirigentes sindicales chilenos en temas como Propiedad Intelectual y Gestión Colectiva, Comunicación Interna y Externa y Modernización Sindical, Derechos Laborales, Transparencia y Gobernabilidad e Igualdad de Género. La FIM,además, nos presentó sus campañas internacionales.

También participaron la compañera Deborah Cheyne, Presidenta del Sindicato de Músicos de Rio de Janeiro y Vicepresidenta de la FIM, y Benoît Machuel, Secretario General de la FIM. Y hubo exposiciones de expertos chilenos en Derecho Intelectual, y otros de la OIT y de la Sociedad de Gestión de derecho de intérprete.

De la capacitación participaron los compañeros propuestos por el Sindicato de Músicos de Chile (Sitmuch) y de otros sindicatos de músicos de ese país. Fueron tres días muy interesantes de intercambio de experiencias.

LN.- ¿Cómo viste la situación de las organizaciones sindicales que representan a los músicos en Chile?

Creo que Chile es el mejor ejemplo de hacia dónde el capitalismo internacional y su llamada “libertad sindical” nos quieren llevar: a debilitar al movimiento obrero e imponer la flexibilización laboral.

Chile tiene registrados unos 12.000 sindicatos en condiciones de discutir condiciones de trabajo, cuando en Argentina, con más del doble de trabajadores, solo hay 1.300. Allá los convenios colectivos se discuten por empresa, y las empresas tienen la posibilidad de crear registros parcializados de su explotación, por lo cual una empresa con muchos trabajadores puede discutir en forma parcial sus condiciones de trabajo. Esto genera una dispersión del movimiento obrero, que es la ganancia de los empresarios…

En el caso de los sindicatos de músicos es lo mismo: conocí al menos seis sindicatos que representan músicos en alguna actividad, y las atipicidades de la profesión -como la multiplicidad de empleadores- complican aún más la posibilidad de tener convenios colectivos que les garanticen condiciones de trabajo decentes a los trabajadores músicos chilenos. Aunque tienen una ley nacional que obliga a firmar contratos, no hay organizaciones fuertes que lo puedan controlar. Los compañeros de los sindicatos de músicos chilenos tienen mucho trabajo para poder generar una organización que dignifique la profesión de músico.

LN.- ¿Cuál es la inserción actual del SADEM en la FIM? Entiendo que tu designación como capacitador implica un reconocimiento, tanto personal como hacia el SADEM…

El SAdeM está visto en la región y en el mundo como un ejemplo exitoso de sindicato del sector, y el movimiento obrero argentino es un modelo admirado en el mundo. De modo que nuestras experiencias son muy tenidas en cuenta cuando se quieren mostrar ejemplos que les puedan servir a los compañeros en su organización, en la región latinoamericana y en el mundo.

La normativa laboral argentina relativa a los músicos es una gran fuente de legislación internacional. La Ley del Ejecutante Musical, la Condición Fiscal del músico, los Convenios Colectivos, y los Libres Deudas en los medios de comunicación y en el cine, son herramientas que están a la altura de las mejores normativas internacionales.

La Obra Social de Músicos (OSdeM) también es un ejemplo en el mundo, ya que no hay otro sindicato de trabajadores músicos con su propio servicio de salud. Y la Escuela Popular de Música y el Instituto Superior de Música Popular, el estudio de grabación del SAdeM, el Pub y los servicios de turismo y recreación también son muy valorados.

En lo personal, para mí es un orgullo ser quien muestre nuestra organización, tanto en lo que nos va bien como en lo que no nos sale tan bien… Y el mayor orgullo lo tuve cuando fui elegido por la FIM para estar entre los delegados que representamos a los trabajadores en el Foro de discusión sobre la situación laboral en el ámbito de los medios y la cultura en la OIT, que se hizo en 2014 en Ginebra. Fui uno de los ocho representantes de actores, periodistas, técnicos y músicos: una experiencia espectacular.

En la semana del 12 de diciembre de 2016, además, se realiza en Lima, Perú, una reunión de sindicatos de músicos de toda la región latinoamericana, donde participa muy activamente nuestra compañera María Laura Vigliecca.

LN.- 2016 fue un año de muchos cambios en la Argentina. ¿Cómo se posiciona el SAdeM frente a las cuestiones referidas a la situación de los trabajadores: la CGT, la posible convocatoria a un paro general, la cuestión del llamado “impuesto a las ganancias” (incluyendo las exenciones que ahora se debaten en el Congreso), etc.?

Efectivamente hay muchos cambios, en un momento económico que desde el 2015 impactó profundamente en el trabajo de los músicos. El 2015 fue un año electoral, con muchas elecciones: seis en Capital, otras tantas en cada distrito… Y eso siempre impacta en el trabajo de los músicos, ya que las propuestas políticas inundan los medios y las calles, por lo que muchos empresarios no arriesgan en propuestas musicales ya que la difusión es tapada por la política.

Si le sumamos a esto que ya abundaban los problemas económicos, tanto en Argentina como en la región, resultó un año muy malo para el trabajo de los músicos. En estas condiciones fue que debimos encarar un cambio de gobierno nacional. Y tenemos ahora un gobierno que, además de favorecer esta situación, la profundizó con los tarifazos y su correspondiente impacto en los costos de las producciones musicales, el abrupto quite de la pauta oficial que desfinanció a la mayoría de los medios de comunicación -lo que provocó la desaparición de muchos puestos de trabajo y el ajuste de los pocos que quedaron-, y la profundización de la crisis económica de los hogares, donde hoy las familias se preocupan más por llegar a fin de mes con comida en la mesa que por ver un show.

Nuestro mayor esfuerzo en las paritarias estuvo destinado a mantener el salario en los mismos niveles de poder de compra sin perder fuentes de trabajo, ya que el carácter eventual característico de nuestra profesión hace que el empresariado acepte un nivel salarial y luego lo distribuya en menos bolsillos. Y trabajamos en conjunto con los demás sindicatos estatales para resistir los despidos de trabajadores en el Estado.

Donde sentimos el impacto fue en la organización sindical. El aumento de los costos hizo que tuviéramos problemas para pagar los sueldos a los empleados del SAdeM, cuestión que fuimos solucionando hacia el término del año.

Desde lo político seguimos apoyando las reivindicaciones generales, particularmente la derogación del “impuesto al trabajo” y el aumento de salarios a los jubilados. Y nos preocupa profundamente el nivel de trabajadores no registrados: los músicos estamos en ese segmento, pero cuando empieza a haber problemas generales de pérdida de fuentes de trabajo este reclamo desaparece de todas las agendas políticas: es como si tener un trabajo precario fuera menos malo que no tenerlo… Nosotros seguimos trabajando en ese sentido con el ministerio de Trabajo a nivel tanto nacional como provincial.

A partir de la unificación de las CGTs, perdimos una participación más activa en esa organización. Nos tocó dejar nuestro lugar en el Consejo Directivo de la CGT Azopardo, y como no estuvimos de acuerdo respecto de la forma en que se organizó la unidad -especialmente en que la encabece un triunvirato, y la escasa representación de los sindicatos más chicos-, aunque no nos fuimos de la CGT, no estamos participando de las decisiones y debates que se dan en ese ámbito.

Pondremos nuestro esfuerzo en mejorar el control de los convenios para que no perdamos fuentes de trabajo.Y procuraremos que la unidad sindical con los demás trabajadores de cada actividad nos dé la posibilidad de reunir las fuerzas necesarias para que nuestros salarios no sigan perdiendo poder adquisitivo.